Cartas a Ofelia / Crónicas de Cruceros

Cubamatinal / París, 7 de abril de 2019.
Querida Ofelia:
Pasamos todo el lunes 1 de marzo de 2019 navegando desde Diego Suárez hacia Tamatave. Tuvimos muchas actividades a bordo: el “Súper Bingo de 5 000 euros”, la elección de “La pareja Rock’n Roll”, “El Gran Baile de los Oficiales” en el cual el capitán Gianfranco La Fauci sacó a bailar a mi señora; el espectáculo “Retro”, la “Rockmantic Night” “Il Salotto del Té” y…a la hora de ir a dormir, encontramos en el camarote una caja de bombones con una tarjeta donde se podía leer: “Nunca es demasiado tarde para el beso de buenas noches”.
Tengo que contarte una anécdota curiosa. Estábamos tomando un café en el Atrium Planetario, cuando escuchamos la siguiente conversación entre un malagueño que ya conocíamos y una señora catalana, con respecto al espectáculo de Flamenco “Fuego” que habíamos visto.
La catalana expresó –Siempre nos representan con esa gitanería, estoy harta. A lo que el malagueño replicó: ¿Y qué quería usted, que bailaran la Sardana en lugar del flamenco? ¿Quién carajo conoce en el mundo lo que es la Sardana?
La señora catalana lo miró muy enfadada de arriba abajo, se levantó y se fue.
A las 6 p.m. se produjo un espectacular crepúsculo.
En el Ristorante Club Victoria fuimos atendidos durante la cena por el amabilísimo maître Erwin y los eficientes y gentiles camareros asiáticos : Komang Sekali, Karin Lastimosa y Kevin Resnera.
El martes 12 de marzo de 2019, a las 6 a.m., poco después del inicio del Alba, llegamos a la estación del piloto de puerto con marejadilla, +23°c y, una vez que cruzamos el corto canal de entrada, atracamos en el puerto de Tamatave. Toamasina, anteriormente conocida como Tamatave, es una ciudad situada en el este de Madagascar. Es la capital de la provincia homónima y el puerto más importante del país. Tiene una población aproximada de 200 568 habitantes.
Al descender al muelle pudimos conversar con el simpático y eficiente Andrea del Rosso, del Tour Office, así como con Antoine Malzac, amabilísimo responsable de los turistas franceses.
Salimos de la terminal de cruceros en dirección al puerto fluvial de Tamatave, donde subimos a una de las numerosas piraguas tradicionales a motor.
Navegamos por el río Panganales y los canales; nos cruzamos con embarcaciones locales que transportaban materiales y productos de todo tipo, como bambú, madera o fruta y verdura, hasta el estuario, donde los canales se funden con el Océano Índico.
Durante el trayecto pudimos ver varias aldeas de chozas de bambú, pescadores, mujeres que lavaban sus ropas, etc. Llegamos al pueblo de Tapakala, donde nos recibieron con música y bailes tradicionales. Tuvimos la oportunidad de observar uno de los deportes nacionales: el morenghy, una variedad de boxeo local.
Numerosos niños decorados con flores eran puestos a disposición de los turistas por sus madres para que les sacaran fotos a cambio de un dólar o un euro.
Llegó un momento en que estaba extenuado por el calor y la sed, me senté bajo un techo de paja al centro de un grupo de aborígenes, pero un monito me miraba y amenazaba, lo cual provocaba la risa de todos menos a mí.
A continuación, nos dirigimos al pequeño muelle donde nos ofrecieron un cóctel de bienvenida y un refresco a base de fruta tropical, todo ello acompañado de un espectáculo de folclore típico de la zona. Mi esposa y yo decidimos tomar solo una Coca-Cola fría a pico de botella, después de haberlo limpiado con gel.
Subimos de nuevo a bordo de una piragua a motor y, regresamos a Tamatave. En un minibús sin aire acondicionado, que parecía un horno, hicimos un recorrido panorámico de la ciudad. Mucha pobreza, mucha suciedad, pero las gentes nos saludaban a nuestro paso con grandes sonrisas y gestos.
Visitamos el Bazary Be, literalmente el “gran bazar”, que es el mercado principal de la ciudad, donde se pueden comprar todo tipo de especias y plantas medicinales, además de objetos típicos de artesanía local.
Basta pasar unos días en Madagascar para comprender por qué los africanos arriesgan sus vidas para tratar de llegar a Europa buscando Libertad y una vida decente para ellos y sus seres queridos. Fuimos tan bien tratados por la población, que me hizo recordar las palabras del más grande de los cubanos: “Con los pobres de la tierra quiero yo mi suerte echar…” José Martí.
Al llegar al muelle, otro grupo de músicos y bailarines nos dio la despedida.
Ya puedes ver todas las fotos que tomé ese día en mi página de Facebook: Félix José Hernández Paris.
En el pasillo nos encontramos con Karen, la eficiente y amable camarera de nuestro camarote y con la encantadora Cruise Director Daniela.
El Costa Victoria zarpó a las 2 p.m. – ya teníamos +27°c – hacia la isla La Reunión.
El Ristorante Club Victoria ofreció ese día platos típicos de la región de Apulia:
Prehistoria, Magna Grecia, Barroco, Renacimiento, Apulia es realmente una tierra en plural. Y después, mar y más mar, que se pierde en el infinito, en esta punta extrema de tierra que se extiende hacia el sur, dividiendo el mar Jónico, calmo y cristalino del mar Adriático, surcado por las rutas de antiguos pueblos. Tierra al final del mundo, como la llamaban antiguamente, que separa Oriente de Occidente, en donde la paleta del pintor se completa con todos los matices del azul oscuro al azul claro. Playas de arena y de roca en donde el aroma de los jardines con flores se mezcla con el salobre.
Nuestro almuerzo consistió en:
– Pasta spaghetti a la Tarantina con mejillones y salsa de tomate.
– Escalope de pecho de pavo a la parrilla con queso fundido servido con patatas en rodajas y verduras fritas.
– Tarta al chocolate Fudge con crema Chantilly.
-Vino Primitivo di Manduria Sud, Feudi di San Marzano.
Como se celebraba la Fiesta Italiana, con el grupo de diez amigos suizos, belgas y franceses, nos fuimos a cenar al Ristorante Sinfonía, en donde lo pasamos muy bien.
Hubo música, bailes – los camareros invitaron a bailar a la damas – y risas, además de una excelente cena que estuvo a cargo del Chef Ejecutivo Marcello Deligio , el que consistió en:
– Tiras de calamares fritas con salsa agridulce picante.
– Filete de Mahi Mahi al estilo de Otranto servido con col y pedacitos de pan frito.
-Cisne con crema Chantilly y vainilla.
-Vino Verdeca Felline.
Asistimos al espectáculo del tenor italiano Spero Bongiolatti en el Teatro Festival y a continuación a varias fiestas italianas a lo largo y ancho del hermoso Costa Victoria.
Esa noche tuvimos que adelantar una hora a los relojes.
Continuaré contándote sobre este viaje inolvidable en mi próxima misiva.
Un gran abrazo desde La Ciudad Luz,
Félix José Hernández.