En esta foto tomada en Camajuaní en 1919, aparecen mis abuelos campesinos maternos Aurelia (en estado de mi tío Renato) y Claudio. Este último había matado un cerdo y se disponía a vender su carne entre los vecinos y amigos. De izquierda a derecha mis tíos: Claudito, Lutgarda (Luga), Eusebia (Biba) y Celia.
Mis abuelos maternos tuvieron 12 hijos, 6 niñas y seis niños. Las niñas solo fueron a la escuela primaria hasta el segundo grado para aprender a leer y escribir, pues como casi todas las niñas pobres del pueblo, tenían que ir a trabajar como despalilladoras de tabaco en la manufactura de una empresa estadounidense. Esta compañía explotó y se enriqueció con el trabajo infantil durante décadas, gracias a la complicidad de las corrompidas autoridades locales. Preferían darle trabajo a las niñas debido a que éstas tenían los dedos más finos que sus madres y lógicamente… las pagaban mucho menos.
Al regresar a casa del trabajo, las seis niñas aprendían con su mamá y la abuela materna doña Bruna a : bordar, tejer, cocer, coser, a ocuparse de los hermanitos menores y a hacer flores de papel crepé, para que fueran en el futuro buenas amas de casa. Mientras que los niños aprendían con su padre el oficio de carniceros.
Al triunfo de la revolución la transnacional estadounidense fue nacionalizada y sus propietarios expoliados, pero ninguna de las víctimas de la explotación fue indemnizada.
Mi madre trabajó como despalilladora desde los 6 años (1924) de edad hasta los 41 años (1959), cuando se vio obligada a partir hacia San Cristóbal de La Habana con mi padre, mi hermano y yo, debido a la intransigencia revolucionaria del nuevo régimen que se instalaba.
Cuando estuve recorriendo La India y Ceilán en febrero pasado y vi a tantas niñas trabajando, en lugar de jugar e ir a la escuela, recordé la triste niñez de tantas campesinitas cubanas, entre ellas la de mi madre y mis tías.
Puedo asegurar que en nuestra querida Patria, no todo era negro o blanco, como pretenden muchos, sino que había muchos matices.
Qué descansen en paz por la eternidad muy cerca de Dios.
Un gran abrazo desde estas tierras lejanas allende los mares,
Quema de libros llevada a cabo por los nazis, el 10 de mayo de 1933 en La Plaza de la Ópera de Berlín.
Cubamatinal/ París, 2 de julio de 2018.
Querida Ofelia:
“Allí donde se queman los libros se acaba por quemar a los hombres”. Heinrich Heine
¿Quién lo hubiera podido imaginar en pleno siglo XXI? La Historia se repite. La cacería de brujas y las obras de los herejes son destruidas.
En el año 1184 la Iglesia católica decidió que había que condenar a los herejes a la hoguera, así el cuerpo no podría resucitar para estar presente en el Juicio Final.
La Santa Inquisición quemó a muchos. Según el historiador Hernando del Pulgar, solo en la actual España fueron quemadas unas dos mil personas en 1490, bajo el reinado de Fernando de Aragón e Isabel de Castilla… ¡Los Reyes Católicos!
En el siglo XX las bombas incendiarias lanzadas desde unos 600 aviones aliados sobre Hamburgo y Dresde, ciudades donde ya solo quedaban mujeres, niños y ancianos, provocaron un gigantesco Auto de fe, donde murieron quemadas unas 300 000 personas.
Y ahora en pleno siglo XXI los nuevos inquisidores del ghetto, los monopolizadores de “la verdad”, destruyen las obras de artistas que cometen el “pecado” de no compartir sus opiniones o hacer disfrutar de su arte a las personas que viven en Cuba.
A continuación te reproduzco un mensaje que publicó al respecto en su página de Facebook, mi hermano desde Italia:
“La intolerancia y la llamada intransigencia las lleva el cubano en el DNA a fuerza de tanto oírlo día a día por todos los medios imaginables en Cuba. ¿Por qué motivo no puede el cubano que vive en la isla escuchar y ver a Laura Pausini? ¿Por qué esos que están afuera abanderando la intolerancia hacia la Pausini no tuvieron lo que habría que tener para protestar públicamente en Cuba cuando venía un cantante del este de Europa a Cuba y nos lo daban por todos los medios habidos y por haber como la medicina para el catarro? No por favor, es muy fácil hablar desde afuera.
Me fui de Cuba y no ‘tuve lo que hay que tener’ para sublevarme, como la inmensa mayoría de los casi tres millones de cubanos que vivimos afuera. Me prohibieron la música extranjera y me quedé callado como todos los cubanos que hoy gritan e insultan a la Pausini en el extranjero.
La directora del preuniversitario del Vedado nos cortaba las patillas a los varones y descosía los dobladillos a las hembras y nos quedábamos callados. Oíamos la WQAM de Miami y la KAAY de Little Rock con su famoso Beaker Street der Clyde Clifford a medianoche por la onda media repleta de interferencias, con miedo a que se supiera que oíamos esas emisoras. Nos quitaron la música en inglés y me quedé callado, me prohibieron a Julio Iglesias, a José Feliciano, a Luis Aguilé, a Roberto Carlos, y nunca supe por qué me los quitaron, y me quedé callado, como la inmensa mayoría de los cubanos.
Me alegré cuando Billy Joel, Rita Coolidge, Roberta Flack, el grandísimo Gipsie Gillespie, cuando vinieron una noche a cantar a Cuba en el teatro Mella, antiguo Rodi, en la calle Línea, y pude entrar porque trabajaba entonces en el Ministerio de Cultura, y me alegré, canté y bailé. Me alegré cuando vino Sergio Endrigo al Festival de Varadero 67, cuando vinieron Los Mustang, cuando vino Massiel entonces, cuando vino Serrat, en fin, me alegré cuando supe que vendrían los Rolling Stones, quienes me habían sido prohibidos cuando era joven, tenía pelo negro y ganas de bailar.
Si nunca protesté públicamente en Cuba y simplemente traté de sobrevivir hasta que me subí al avión para siempre con mis hijos y mi esposa, lo menos que puedo hacer es respetar a todo el que se inmoló literalmente y lo hizo. Opté como la inmensa mayoría por callarme e irme, para que quien ama aquello estuviera a sus anchas y feliz a su manera, pues yo necesitaba pensar, opinar, expresarme y respirar otros aires, era lo que me faltaba en nuestro país.
No me fui de Cuba por tener pitusas o vaqueros, pues nada de eso me faltaba. ¿Por qué motivo tendría que llenarme ahora la boca para gritar, para aplaudir la destrucción de discos, para insultar a una cantante italiana que es una persona decente, valiosa estrella del pop en el mundo? ¿Por qué razón tendría que aplaudir la prohibición de cosas y más cosas a los cubanos que viven en Cuba? Me alegra mucho, muchísimo que los cubanos que viven en Cuba hayan podido ver a Laura Pausini, quien desde muy joven siempre había soñado con cantar en nuestro país, que es nuestro, que se sepa, para los que están dentro y para los que están fuera de él. Dudo que muchos de los que gritan de ese modo hoy en día desde el extranjero tendrían «lo que hay que tener» para coger un avión de los tantísimos que viajan día a día a Cuba desde los Estados Unidos para manifestar de ese modo en las calles de La Habana.
Me da vergüenza, sabiendo que Laura es una persona decente, que se haya levantado esta nube de polvo en torno a su presencia en Cuba. Estoy muy feliz al ver que ha abrazado nuestra querida bandera, que es de todos los cubanos. Es un espectáculo amargo y repugnante el que vimos ya con los discos aplastados en plena calle en Miami, lo cual demuestra ante el mundo civilizado solamente una ignorancia abismal, y punto, es horrible que ese espectáculo haya llegado hacia todas las televisiones del mundo, qué pensarán de los cubanos.
Gracias a Dios, lo único que comparto con esas personas es el lugar de nacimiento, pues no se puede decir ni el idioma, pues muchos de ellos ya el español que hablan da hasta pena, amén de la horrenda ortografía, digna de la más profunda ignorancia e incultura. Es una caricatura de la Noche de Cristal del nazismo alemán contra los hebreos, es una macabra repetición de las quemas de libros por los fascistas, no hay palabras para describir una vergüenza de tal envergadura, gravísima vejación a la cultura.
Me horroriza pensar que el pensamiento del Maestro, José Martí sea pisoteado de modo infame. Recuerden, si les queda algo de cerebro, que el Maestro murió en Dos Ríos soñando con una Cuba CON TODOS Y PARA EL BIEN DE TODOS. Realmente me entristece la idea de que tal intolerancia y barbarie sea el futuro que la vida prepare para Cuba. Ninguna persona decente podría sentir placer al ver semejante derrumbe, que Dios nos ampare.”Juan Alberto Hernández
Como alquilar una pequeña aplanadora no debe de ser muy económico, me pregunto si llegará el momento en que se utilizarán unas botellas de alcohol y fósforos, para realizar un espectacular Auto de fe en plena calle Ocho, con la quema de libros de escritores que no les sean de su agrado a los nuevos inquisidores. Las imágenes que serán vistas en los noticieros de las televisiones europeas, seguirán confirmando la ya detestable y falsa fama de los cubanos exiliados, creada por esta minoría intolerante.
Pero al igual que pasó con el desfile de Chanel en el Paseo del Prado de La Habana. Quizás me quede esperando, pues si las damas cubanas no llevaron a la calle Ocho sus trajes, joyas, pieles, perfumes, carteras, etc., de la lujosa marca gala, para ser destruidos por la aplanadora, creo que los amantes de la gran literatura, tampoco llevarán sus libros a la hoguera.
A los nuevos inquisidores, para la gran hoguera, solo les quedaría la posibilidad de comprar en ediciones de bolsillos obras de:
Antonio Machado, Rafael Alberti, Miguel Hernández, Garcؙía Lorca, Jean-Paul Sartre, Françoise Sagan, Marguerite Duras, Simone de Beauvoir, Emile Zola, Louis Aragon, Jules Michelet, Charles Péguy, André Malraux, Julio Cortázar, Gabriel García Márquez, Juan Rulfo, Octavio Paz, Miguel Angel Asturias, Leonardo Padura, Gabriela Mistral, Nicolás Guillén, Alejo Carpentier, Pablo Neruda, Sibilla Aleramo, Giuseppe Bartoli, Giorgio Bassani, Piero Calamandrei, Giovanni Capuzzo, Giuseppe Colzani, Franco Fortini, Alfonso Gatto, Natalia Ginzburg, Egidio Meneghetti, Velso Mucci, Pier Paolo Pasolini, Micu Pelli, Giorgio Piovano, Salvatore Quasimodo, Raffaello Ramat, Gianni Rodari, Umberto Saba, Edoardo Sanguineti,RoccoScotellaro, Girolamo Sotgiu, Pietro Tajetti, Giuseppe Verduci, Renata Viganò, Paolo Volponi Alberto Moravia, Elsa Morante y un largo etc.
Ahora bien, no estoy seguro de que estos señores encuentren libros de estos autores en el ghetto, donde dudo de que haya librerías. Tendrían que viajar a los EE.UU., a ciudades cultas como: Boston, New York, San Francisco, Washington, Filadelfia, etc. Lo cual encarecería el costo del Auto de fe.
Claro, me he limitado solo a algunos escritores, a los cuales se podrían añadir: periodistas, pintores, escultores, arquitectos, bailarines de ballet, cantantes de ópera, músicos, directores y actores de cine, etc.
Si estos señores leyesen alguno de los libros de estos grandes autores, quizás lo podrían salvar de la hoguera o la aplanadora.
¿Tendremos aplanadoras y/o Autos de fe para rato? ¿Acaso el resto de los cubanos exiliados no se percatan de que estos señores siguen dañando la imagen de todos nosotros en el mundo y que por lo tanto le hacen el juego al régimen cubano?
Roger Redondo al centro, escribiendo un informe al lado de Jesús Carrera. El Escambray, Cuba, 1958.
Cubamatinal/ París, 29 de junio de 2018.
Querida Ofelia:
Te envío este nuevo testimonio de nuestro viejo y querido amigo Roger Redondo, combatiente del Segundo frente del Escambray contra el régimen de Fulgencio Batista.
“Miami, 28 de junio de 2018.
El personal de la oficina de Fidel Castro, ubicado en el edificio del I.N.R.A. no era numeroso. Lo componían Juan Horta, como secretario de Fidel Castro. Ambos eran amigos desde los sucesos de Cayo Confite, cuando Fidel tenía algo más de 20 años de edad.
María Díaz, hispano-soviética, era hija de un dirigente del partido comunista español de nombre José Díaz, el cual se suicidó en Moscú lanzándose desde el quinto piso del hospital donde convalecía a causa de un cáncer.
María era traductora de ruso y español. Tenía un acento entre cubano y canario. Tal parece que vivía en Cuba desde antes de la caída de Batista. Ella salió del radar público, de la misma manera que llegó. En silencio. Nunca supe nada más de ella.
Mi fuente es uno de los hijos del general del ejército de la República española Vicente Rojo. Él estuvo en La Habana antes de continuar hacia Venezuela.
Por último el capitán Alfredo Guerra, del que nadie tenía idea porqué era capitán. ¿Cuál era su procedencia? No había sido combatiente de ninguno de los frentes guerrilleros, tampoco lo conocían los revolucionarios en la lucha urbana. Por el acento podía ser cubano o canario.
¿Quién sabe su verdadero nombre? Yo apostaría a que era cubano. Solo era capitán, pero podía hacer cosas que no hacían los comandantes más conocidos de la Sierra Maestra. Poseía un documento firmado por el jefe de la Revolución Fidel Castro Ruz, el que le daba la autoridad. Podía inspeccionar documentación y recibir todo tipo de cooperación en cualquier ministerio u otro centro de poder en todo el territorio nacional.
Yo acompañé a Eloy Gutiérrez Menoyo a varias citas con Fidel en la oficina éste último. Tenía que esperar en la antesala, mientras durara la conversación donde Fidel despachaba. La primera vez que estuve allí, el capitán Alfredo Guerra, sin que nadie nos presentara, se sentó a mi lado sonriendo me estrechó la mano y me dijo – Roger tengo más de cien buenas referencias tuyas, tenía ganas de conocerte en persona. Era un hombre trigueño, de pelo negro, usaba bigote, de ojos pardos, cincuentón. Muy educado y sobre todo se podía notar que era muy inteligente. Iba al grano sin rodeos.
– ¿Qué te paso en la juventud?- Enseguida me di cuenta de por dónde venía la pregunta. Pero me puse en guardia, usando lo que los guajiros espirituanos llamamos “sacar el arique”. Una tira de yagua de las palmas reales, que se usa para atar, de faja y muchos otros usos. Pero también significa jugar al tonto al bruto. Es un arma eficiente. Un mecanismo eficaz de defensa, cuando estás frente a alguien que no te conoce bien.
El hombre me conocía de referencia. -¿Los problemas de mi Juventud? Los mismos que los de todos los demás pobres del país.
No lo convencí y exclamó: -No, me refiero a lo que te pasó en la junventud socialista.
No le di información verdadera, solo lo que me convenía sobre mi indisciplina.- ¡Oh! Ya éso pasó.
Y me comentó: – Es una lástima que el Che no conociera a Cuba ni a los cubanos y haya manejado muy mal la política en Las Villas.
Estábamos en un rincón del salón, pero allí había otras personas esperando y podían oír algunas palabras sueltas. Yo ya no contestaba, solo lo oía, sin saber si era su opinión o él me estaba provocando para saber la mía.
Eloy salió de la oficina acompañado por Juan Orta. Cuando ya llegamos afuera, le comenté a la rara conversación Él que me contó que López Fresqués, ministro de Economía, le había informado sobre el documento que Fidel había otorgado al capitán Alfredo Guerra, un hombre raro. Y más raro era que Fidel, siendo tan absorbente, le diera esa potestad.
Un tiempo después, por segunda vez me encontré con él. Tuve que llevar a unos republicanos españoles al Frontón Jai -Alai, lugar en el que nunca había estado, pues no entiendo ese juego vasco. Estaba allí el capitán Alfredo Guerra, se puso de pie y nos llamó para que nos sentáramos a su lado. Uno de los españoles era de la España africana, no recuerdo de cuál ciudad, los otros dos eran peninsulares, que yo no los conocía, pues habían llegado solo unos días antes a La Habana.
Conocieron a Eloy por medio de Ignacio González. Ninguno conocía Cuba, ni tampoco yo conocía su ideología, pues entre los republicanos españoles había muchas divisiones políticas, solo lo unían la oposición a Franco.
Me di cuenta de que ya él iba a empezar hablar de política, lo paré, señalándole con la mano a Alfredo Guerra y me dirigí a los españoles. Ustedes siéntense allá en aquellas butacas, que tengo que hablar con este oficial. Yo me quise asegurar de que no hubiera más testigos, y empezó con la misma cantaleta, sobre el Che, pero ya solo estábamos él y yo. Sus quejas eran para que yo hablara con Eloy para que éste influyera con Fidel sobre los planes del Che, el que quería crear en Cuba fábricas de equipos pesados.
Según Guerra en Cuba nunca se podían realizar, siempre serían más barato comprarlos. Que esos esfuerzos era mejor dedicarlos a diversificar más el azúcar y todos los derivados de la caña: alcohol y carburantes; la industria ligera. Le oí su larga lista de cosas que era posible hacer, según su opinión.
Le respondí: -Primero yo te puedo dar la repuesta sin hablar con Menoyo, él no le va a decir nada a Fidel, por dos razones, no tiene ninguna influencia con Fidel, y segundo, no conoce un comino de economía. Si el Che conoce poco él conoce menos. ¿Por qué tú que estás cerca de Fidel no se lo explicas, ya que dominas el tema?
-Se lo he dicho todos los días, pero no hace nada. A no ser que Fidel quiera que el Che se escache (fracase).
Tal como María Díaz, la hispano-soviética. El capitán Alfredo Guerra, desapareció de la misma forma que llegó, en silencio.
En cuanto a Juan Horta, se publicó que la C.I.A. lo había reclutado desde cuando se hacían los preparativos de la expedición del Granma. Se puede deducir que Alfredo Guerra le llegó a Fidel Castro por medio de Juan Horta. Pues no es difícil imaginar la fuente que se le envió a Fidel Castro. Tampoco es imposible que Fidel supiera de antemano todo lo referente a su secretario. Juan Horta montó su oficina, como un centro de desinformación a los yankees. De la misma manera que organizó un gobierno clandestino. Y dos servicios de inteligencia: el D.I.E.R., con personal vinculado a la Embajada Americana; el otro con personal compuestos por hombres de la inteligencia soviética.” Roger Redondo.
El Vedado. Foto tomada desde el Hotel Habana Libre.
Cubamatinal/ París, 18 de mayo de 2017.
Querida Ofelia:
Te envío este artículo – que me provoca nostalgia-, publicado en Miami ayer en www.cubaenelmundo.com por su director Don Roberto A. Solera.
“Miami, 17 de mayo de 2017.
La Habana tiene , a la vez, el atractivo de algo hasta hace poco restringido a sus legítimos dueños, los cubanos exiliados, muchos de los cuales añoran volver a verla, aunque sólo sea como extranjeros adinerados que reviven sus años mozos donde habitan sus recuerdos empañados por la pátina del tiempo, que nunca vuelve atrás.
A la vez, es nuestra hermosa novia de antaño, que hoy el paso del tiempo nos muestra en su verdadera imagen, suavizada gentilmente por nuestra buena voluntad y deseos de que hoy la apreciemos como ayer la vimos, la amamos y como “un viejo amor que ni se olvida ni se deja pero nunca dice adiós” nos haga sentir acongojados por el maltrato sufrido de aquéllos que nunca la apreciaron y sí le declararon la guerra a muerte por –envidia, mal trazado plan secreto que siempre buscó su destrucción o como muestra de su odio inveterado por destruir lo que nunca pudieron aquilatar y disfrutar.
Los comunistas –¿queda alguno?—se han creído que el “campo” siempre ha sido un lugar más sano, puro y digno y que debemos imitar y convertir lo citadino, según ellos, en una réplica del concepto del impoluto “campo” en el cual todo lo bueno tiene su asiento. A la menor oportunidad envían a Guanahacabibes al primer transgresor de su moral “nueva” –Juan Iduate, funcionario del INRA inauguró el primero de los malditos campos de reeducación en los albores de 1959, donde siguiendo la costumbre de la época su condena fue publicada en la Gaceta Oficial.
Luego ya avanzado el proceso degenerativo del gobierno en oleadas masivas enviaba a los estudiantes –sus nuevos esclavos– al campo, con una u otra excusa, a transformarlos en los “nuevos” hombres. Pero bueno la memoria sufre de amnesia al volver a ver a nuestra antigua “novia”. Sólo recordamos bosquejos de lo que fue –y hoy no es—La Habana. Cruzamos frente a nuestro “añorado” cine Gris por la calle E, antes conocida como Baños, sin recordar o traer a colación el porqué de su doble nombre “Baños” = Calle E, ni recordar los Baños de Carneado en el litoral del futuro Malecón, ni los del Progreso en el mismo litoral, esta vez en la propia calle Baños, donde unas adecuadas guagüitas hacían su espera en el parque triangular en la calle Línea para trasladar a los bañistas hacia las posetas cinceladas en las rocas.
Visitamos en nuestros recuerdos ocultos por el tiempo al Cine Gris sin recordar que en esos predios existió la Piquera Gris de autos de alquiler que se comunicaban con su central radial para ofrecer rápido y eficiente servicio a sus clientes. Y la memoria nos traiciona cuando atribuimos la ausencia casi total de cinematógrafos a tener en buen servicio los aires acondicionados. Olvidamos que a fines de la década del 40 y también del 50 sólo tenían ese confort el Cine Encanto en la calle Neptuno y Consulado, el Riviera en la calle 23 del Vedado, el América en Galiano. Los demás –más de 200- sólo podían disfrutar del fresco que le enviaban los ventiladores, unos de gran tamaño y otros más pequeños.
Seguimos en nuestro viaje al pasado por la Antigua Manzana de Gómez, rebautizada como Hotel Manzana Kempinski lo que nos hace recordar lo ocurrido con las calles de La Habana rebautizadas como Calzada de la Reina, o simplemente Reina, hoy oficialmente Avenida Simón Bolívar; Calzada de Belascoaín, inaugurada en 1878, comenzó como Calle del Cocal y también se conoció como Calle de la Beneficencia por el lugar donde se recogía a los niños sin parientes, hoy se nombra oficialmente Padre Varela. Por eso le deseamos suerte al Hotel Manzana Kempinski…
No dejamos de asombrarnos que algún antiguo exiliado—como alguien que salió de Cuba en 1960– se atreva a afirmar que “aunque hay de todo prácticamente en Cuba, como pude ver en la esquina de 19 y B, un mercado agropecuario excelente,…”
Sí, pero se le olvida mencionar que La Habana no es toda Cuba y hay que pagar con: ¿cuál de las monedas, pesos Cubanos o CUC?
“Los taxistas son los más instruidos de cualquier nación, ingenieros, contadores públicos, profesores, médicos”,… (no olvidarnos de lo dicho por Fidel Castro sobre las prostitutas, rameras o simplemente PUTAS conocidas hoy como jineteras) “personas cultas que tienen que aprender a ejercer un servicio que no les agrada…”.
Y le decimos hasta luego a nuestra querida y vieja novia, La Habana, que calladamente espera le llegue su turno de volver a ser una elegante señora de todos los cubanos, los exiliados y los que no lo han sido nunca.”Robert A. Solera
Con gran cariño y simpatía desde La Ciudad Luz,
Te envío este interesante escrito de nuestro viejo amigo Roberto A. Solera, que él acaba de publicar en su sitio WEBwww.cubaenelmundo.com
“Miami, 16 de mayo de 2017.
A veces un nombre hace despertar viejos recuerdos. Muchas veces, más allá de los 60 años que menciona El Nuevo Herald, en su “exigua” remembranza de la existencia de una Coral en Miami, la Coral Cubana de Miami.
Los recuerdos lo llevan a uno al origen en Cuba de la Coral (llamada entonces Coral Juvenil Cubana) obra en principio, de un joven entusiasta apellidado Piedra, emparentado con un magistrado de igual apellido, que al principio de 1959, pretendió, sin éxito, ser proclamado presidente de la nación caribeña por el Tribunal Supremo de Cuba. Conocí a su director poco antes que se marchara como coach de baloncesto a Geogia Tech y fuera sustituido por Carmita, una joven y entusiasta aficionada a las corales y la música en general.
Yo había llegado a los predios de la Alianza Francesa donde había dado sus primeros pasos un grupo de jóvenes bajo la dirección del conocido músico y director de orquesta vienés Paul Czsonka, que había llegado a Cuba en la resaca posterior a la II Guerra Mundial, junto a su tercera esposa la reconocida soprano Greta Menzel. Ambos hallaron refugio en la siempre acogedora Cuba. No recuerdo los motivos de la partida de Czonka pero sí los vericuetos que nos acompañaron.
Primero fuimos a carenar a una casa en las proximidades del Instituto del Vedado, en 25 y C. Nuestra estancia allí duró muy poco, y ya bajo la batuta de Carmita, seguimos rumbo a la Parroquia del Vedado (Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús) que nos abrió sus puertas en su parte trasera, un espacioso salón diagonal al edificio del colegio De la Salle del Vedado.
Luego de una parada transitoria (afortunada diría yo) en la calle 17 en el Vedado al edificio de la Sociedad de Nuestro Tiempo, pantalla cultural del Partido Socialista Popular (comunista), cosa que intuí ante el ambiente misterioso que allí prevalecía.
Como detalle anecdótico, con el tiempo, descubrí que la Parroquia del Vedado había sido construida por mi bisabuelo el ingeniero graduado en Rensselaer Politechnic Institute Alberto de Castro Ross a fines del siglo XIX.
La Coral Juvenil era un centro democrático donde proliferaban todas las raíces ideológicas del momento. Allí convivían Anabell Rodríguez García Buchaca, hija del líder del PSP Carlos Rafael Rodríguez y Edith García Buchaca, ideóloga del PSP; “la China” Heredia descendiente del poeta José María Heredia (autor de la Oda al Niágara), Fernando Villaverde de origen republicano español, Gonzalo Alfonso, nieto del ex presidente Alfredo de Zayas y Alfonso; Olimpia Sigarroa quien luego sería Cónsul de Cuba en la República Democrática Alemana.
Con el triunfo de la revolución la Coral inició conciertos en la Ciudad Deportiva; en la Ciudad Militar (Antiguo Campamento de Columbia); en el estado mayor de la Marina de Guerra, pero al igual que todos en Cuba sus miembros se dispersaron y partieron al exilio fundamentalmente a Miami.
Allí les perdí la pista y entre ellos a Carmita Riera y a su familia exiliada española.”Robert A. Solera.
Un gran abrazo desde estas lejanas tierras de la Vieja Europa,