La desaparición de Josef Mengele, de Olivier Guez

Cartas a Ofelia / Literatura antifascista

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Cubamatinal / París, 19 de agosto de 2018.

Olivier Guez nos ofrece una excelente novela fruto de su investigación que lo llevó tras las huellas del  Josef Mengele, el Ángel de la Muerte de Auschwitz, durante su larga huida.  Un relato escalofriante sobre  la vida en la clandestinidad y la macabra trayectoria del abyecto médico nazi, uno de los responsables más atroces del Holocausto, personificación del mal absoluto, símbolo como pocos de lo inhumano.  Novela ganadora del prestigioso Premio Renaudot 2017 en Francia, también ha sido  un gran éxito entre los lectores franceses.

 “La felicidad sólo se encuentra en lo que agita, y lo único que agita es el crimen; la virtud… no puede nunca conducir a la felicidad.” Donatien-Alphonse-François, marqués de Sade (1740 – 1814)

“El North King surca el agua cenagosa del río. Los pasajeros, que han subido a cubierta, escrutan el horizonte desde el amanecer, y ahora que las grúas de los astilleros y la línea roja de los tinglados perforan la bruma, unos alemanes entonan un canto militar, unos italianos se persignan y unos judíos rezan, pese a la llovizna, unas parejas se besan, el transatlántico arriba a Buenos Aires tras una travesía de tres semanas. Solo en la borda, Helmut Gregor cavila.

Esperaba que acudiera a buscarlo una lancha de la policía y así evitar los incordios de la aduana. En Génova,, donde ha embarcado, Gregor ha suplicado a Kurt que le haga ese favor, se ha presentado como un científico, un genetista de altos vuelos, y le ha ofrecido dinero (Gregor tiene mucho dinero), pero el intermediario se ha zafado sonriendo: los favores de esa índole se reservan para los peces gordos, para los dignatarios del antiguo régimen, raramente para un capitán de las SS. Aun así, enviará un cable a Buenos Aires, Gregor puede contar con él.

Kurt se embolsó los marcos pero la lancha no ha aparecido. De modo que Gregor aguarda en el gigantesco vestíbulo de la aduana argentina con los demás emigrantes. Sostiene con firmeza dos maletas, una grande y otra pequeña, y observa a su alrededor a la Europa del exilio, las largas filas de personas anónimas, elegantes o desaliñadas, de las que se ha mantenido apartado durante la travesía. Gregor ha preferido contemplar el océano y las estrellas o leer poesía alemana en su camarote; ha pasado revista a los últimos cuatro años de su vida, desde que abandonó Polonia a la desesperada en enero de 1945 y se diluyó en la Wehrmacht para escapar de las garras del Ejército Rojo: su internamiento durante unas semanas en un campo norteamericano de prisioneros, su liberación gracias a su documentación falsa a nombre de Fritz Ullmann, su escondite en una florida granja de Baviera, no lejos de Günzburg, su ciudad natal, donde cortó heno y seleccionó patatas durante tres años haciéndose llamar Fritz Hollmann, después su huida en Semana Santa, dos meses atrás, la travesía de las Dolomitas por caminos sembrados de contrabandistas, la llegada a Italia, a Tirol del Sur, o Alto Adigio, donde pasó a ser Helmut Gregor, a Génova por fin, donde el bribón de Kurt le facilitó las gestiones ante las autoridades italianas y la emigración argentina.

El fugitivo tiende al funcionario de aduanas un documento de viaje de la Cruz Roja Internacional, una autorización de desembarco y un visado de entrada:

Helmut Gregor, 1,74 metros de altura, ojos castaño verdoso, nacido el 16 de agosto de 1911 en Termeno, o Tramin en alemán, municipio de Tirol del Sur, ciudadano alemán de nacionalidad italiana, católico, mecánico de profesión. Dirección de Buenos Aires: calle Arenales 2460, barrio de Florida, c/o Gerard Malbranc.

El aduanero inspecciona su equipaje, la ropa meticulosamente doblada, el retrato de una mujer rubia de rasgos delicados, libros y algunos discos de ópera, y hace una mueca al descubrir el contenido de la maleta pequeña: jeringuillas hipodérmicas, cuadernos de anotaciones y dibujos anatómicos, muestras de sangre y de células: un poco extraño para un mecánico. Llama al médico del puerto.

Gregor se estremece. Ha corrido riesgos descabellados para conservar el maletín comprometedor, fruto inestimable de años y años de investigaciones, toda su vida, que se llevó consigo cuando abandonó precipitadamente su puesto en Polonia. Si los soviéticos lo hubieran capturado en posesión de aquello, lo habrían ejecutado sin mediar juicio alguno. De camino hacia el oeste, en la primavera de 1945 de la gran debacle alemana, se lo confió a una enfermera comprensiva, con la que se reunió posteriormente en el este de Alemania, en zona soviética, un periplo demencial tras su liberación del campo estadounidense y tres semanas de viaje. Después se la traspasó a Hans Sedlmeier, su amigo de la infancia y hombre de confianza de su padre, industrial de profesión; Sedlmeier, con quien se vio regularmente en los bosques que rodeaban la granja donde se enterró durante tres años. Gregor no habría abandonado Europa sin su maletín: Sedlmeier se lo devolvió antes de su marcha a Italia con un grueso sobre lleno de dinero, y ahora un estúpido de uñas mugrientas lo está echando todo por la borda, piensa Gregor, mientras el médico del puerto inspecciona las muestras y las anotaciones hechas con apretada letra gótica. Como el médico no entiende nada, interroga a Gregor en español y éste le contesta en alemán; el mecánico le habla de su vocación de biólogo aficionado. Los dos se miden con la mirada y el médico, que tiene ganas de irse a comer, con un gesto le indica al aduanero que puede dejarlo pasar.

Aquel 22 de junio de 1949, Helmut Gregor ha alcanzado el santuario argentino. »

Desde 1949, año en que llegó clandestinamente a Argentina, y hasta su muerte en 1979, Josef  Mengele, bajo otros nombres (pero por un tiempo con el suyo), se escondió, o vivió «discretamente», en Argentina, Paraguay y Brasil. Sostenido económica y moralmente por su familia desde Alemania o por oportunos «protectores» filonazis, y protegido por Perón y Stroessner (entre otros), el médico que en Auschwitz cometió atrocidades sinnúmero nunca fue detenido ni juzgado, a pesar de que lo buscaban el Mossad y Simon Wisenthal. Soberbio, vanidoso y convencido hasta el final de haberse sacrificado por Alemania y la humanidad, el llamado Ángel de la Muerte trató de llevar una vida corriente (casarse, tener hijos, trabajar), e incluso regresó en una ocasión a Europa, hasta que se convirtió en un claustrofóbico prisionero de sus propias esperanzas. El relato glacial,  introspectivo y esclarecedor de sus pasos hasta el fin de sus días, y de todas las complicidades personales y políticas que explican por qué nunca pagó por sus crímenes, dibuja un retrato muy difícil de olvidar.

El 4 de febrero da comienzo el simulacro de proceso del criminal contra la humanidad en el memorial del Holocausto de Yad Vashem, en Jerusalén. Preside el tribunal el fiscal general del proceso de Eichmann.  Durante tres tardes seguidas, los cobayas de Mengele relatan el martirio que sufrieron. Una exguardiana de un bloque de gemelos gitanos lo recuerda. Tras inyectar esperma de un gemelo en las entrañas de una gemela con el fin de que la joven alumbre a un par de criaturas, Mengele, al comprobar que no alberga más que un niño, le arrancó el bebé del útero y lo arrojó al fuego. Abrumada, una mujer dice que tuvo que asesinar a su hijita de ocho días. Mengele ordenó que le vendaran el pecho para destetar a la criatura: quería comprobar lo que duraba la vida de un lactante no alimentado. La madre oía llorar sin parar a su bebé y acabó inyectándole morfina facilitada por un médico judío. Unas mujeres cuentan que unos SS aplastaron el cráneo de lactantes vivos y describen la pared de ojos prendidos con alfileres como mariposas en el despacho  de Mengele.”

 «Muy bueno. Da miedo.» Livres Hebdo

 «De una intensidad abrumadoras.” Le Monde des Livres

 «Apasionante.» L’Humanité

 «Un libro como una bala de fusil. Tiene algo im­placable.»Le  Journal de Dimanche

 «Con una escritura viva, en los límites entre el perio­dismo y la literatura, Olivier Guez consigue con éxito aquello en lo que la comunidad internacional fracasó: seguir el rastro de Mengele hasta un último aliento.» Transfuge

 «Una formidable investigación novelada.” Télérama

«Una novela de un género fantásticamente nuevo.» Frédéric Beigbeder, Le Figaro Magazine

«Un gran libro sobre la «banalidad del mal». Challenges

Mengele o la historia de un hombre sin escrúpulos y alma acerrojada, impregnada de una ideología venenosa en una sociedad desquiciada por la irrupción de la modernidad. A esa ideología le cuesta poco seducir al joven médico ambicioso, embaucarlo con sus medio­cres inclinaciones, la vanidad, la envidia, el dinero, hasta inducirlo a cometer crímenes abyectos y a justificarlos. Cada dos o tres generaciones, cuando se agos­ta la memoria y desaparecen los últimos testigos de las masacres anteriores, la razón se eclipsa y otros hombres vuelven a propagar el mal.

Aléjense de nosotros los sueños y las quimeras de la noche.

Desconfianza, el hombre es una criatura maleable…”

 

Olivier Guez, escritor y periodista, nació en 1974 en Estrasburgo, y estudió en la London School of Econo­mics, entre otras universidades. Colabora con grandes medios internacionales, como el New York Times, Le Monde o el FrankfurterAllgemeine Zeitung.Es autor de cinco ensayos geopolíticos, además de dos novelas, y guionista de la película El caso Fritz Baiser (2015), en torno al fiscal que persiguió a numerosos nazis, y que obtuvo galardones como el Deutscher Filmpreis 2016 al mejor guión. La desaparición de Josef Mengele, merece­dora del Premio Renaudot 2017 y gran éxito de ventas en Francia, aborda de un modo extraordinariamente original uno de los episodios más incomprensibles de la historia: la vida clandestina de Mengele desde que llegó al Buenos Aires peronista hasta su muerte, en 1979, en una favela brasileña, que demuestra el fracaso de la captara de uno de los criminales nazis supuesta­mente más buscados.

La desaparición de Josef  Mengele. Olivier Guez. Título original: La disparition de Josef Mengele. © Éditions Grasset & Fasquelle, 2017. Reservados todos los derechos de esta edición para Tusquets Editores, S.A.  Colección Andanzas 922. © de la traducción del francés : Javier Albiñana Serain, 2018. Ilustración de la cubierta : detalle de un visado temporal uruguayo de Josef Mengele. © Derechos reservados. Rústica con solapas. 14,8 x 22,5 cm – 256 páginas – 18, 90 euros – ISBN: 978-84-9066-537-4

Félix José Hernández.

 

París, 18 de agosto de 2018. Distinguido Sr. Rodríguez

Cartas a Ofelia / Carta abierta a un xenofobo

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Auschwitz,

Cubamatinal / París, 18 de agosto de 2018.

Distinguido Sr. Rodríguez:

Su comentario xenófobo, lleno de odio, de aporofobia y de antisemitismo, acompañado por dos “chistes” nauseabundos sobre los crematorios de los campos de concentración nazis durante la Segunda Guerra Mundial, me hacen pensar que Vd. es un ser abyecto.

A Vd. no le agradó mi reseña sobre el excelente libro de Olivier Guez “La desaparición de Josef Mengele”, el tristemente célebre Ángel de la Muerte de Auschwitz que experimentaba con niños, los torturaba  y después quemaba vivos:

La desaparición de Josef Mengele

Tampoco le agradó que al igual que mi reseña, publicara en mi página de Facebook y en los dos grupos que administro el enlace con el magnífico artículo del periódico madrileño El País : “La mujer que ‘destruyó’ a cientos de bebés para salvar a sus madres de los nazis”.  Gisella Perl, prisionera en Auschwitz, interrumpió los embarazos de todas sus compañeras al descubrir que las preñadas eran lanzadas vivas al crematorio.

La mujer que “destruyó” a cientos de bebés para salvar a sus madres de los nazis

Visité Treblinka, Lídice, Buzenbal, etc. Varias veces fui con mis estudiantes en   “El Tren de la Memoria” desde París a Cracovia y desde allí en autocares hasta  Auschwitz, acompañados por sobrevivientes del Holocausto. Quizás si Vd. fuera, su espíritu se abriría a la verdad.

Vd. afirma que se siente muy orgulloso de ser supremacista blanco. Pero me parece que hay un error distinguido señor, Vd. quizás haya sido  blanco en Cuba, ahora en el ghetto en el que vive… es “latino”, no por hablar el español (cubano), sino de “raza latina”, como allí se cataloga a los que provienen del sur del río Bravo o Grande,  y  que Vd. califica como “indios”. 

En Francia, está prohibido escribir el origen étnico de la persona en los documentos. La raza humana es una sola Sr. Rodríguez, aunque haya numerosos orígenes étnicos.

 Recuerde que americanos somos todos los que nacimos desde Alaska hasta la Tierra del Fuego. Distinguido Sr. Rodríguez, Vd. es tan americano como cualquier haitiano, boliviano, peruano o mexicano, por solo poner algunos ejemplos.

Una amiga que le conoce me comunicó que Vd. va a misa. Yo no quería creerlo. Le recomiendo que ruegue a Dios para que expulse el odio de su pobre corazón.

Saludos cordiales desde La Ciudad Luz,

Félix José Hernández.

Nota Cubamatinal: Información vinculada

El Fascismo Corriente

 

La Verdadera Historia Soviética